Amanecía, en una
vivienda del "Cherry-tree" una hermosa silueta femenina buscaba
apresuradamente su ropa interior. Frente a ella, en un sillón, observándola
divertido, un hombre terminaba un cigarrillo.
- ¿Te volveré a ver? - dijo la mujer. Aquel hombre simplemente sonrió. - Tengo
prisa, si mis padres se enteran que dormí fuera de casa me matan.- Él hizo
triscar su mandíbula, como le era costumbre, ufano. Daisuke era todo un
personaje en el edificio...
La mayoría de las noches se llevaba alguna fémina despampanante para que le
acompañase en sus "divertidos juegos", como él lo llamaba. No le
importaba la edad, podían ser jovencitas de instituto, universitarias o incluso
bellas amas de casa, casadas, divorciadas, viudas... de todos modos a la mañana
siguiente se irían y estaba convencido de que no las volvería a ver.
Aquella mañana, para variar un poco, acompañó a la jovencita hasta la puerta.
Al abrirla para despedirse le llegó un olor a bollos recién horneados.
Él se quedó unos segundos degustando aquel maravilloso aroma, mientras la joven
se estiró hasta quedarse de puntillas y besar los labios del chico.
- Nos vemos - se despidió la chica, y bajó corriendo las escaleras.
Antes que le diese tiempo a cerrar la puerta, se abrió la del ático B.
- Hola vecina - sonrió él engreído - ¿te apetece el desayuno en mi cama?
- ¿Porque no te ahogas en tus propias sábanas? - le respondió la chica. Ella
cerró la puerta de su casa y bajó las escaleras ignorando los gestos insinuantes
de su vecino. - ¿En serio te vas a ir dejándome triste y sin compañía? - le gritó desde la
barandilla
- ¡Búscate otro entretenimiento! - ella desapareció corriendo por la puerta del
edificio, llegaba tarde. Daisuke suspiró, dejándose caer apoyado en el marco de la entrada.
- Algún día caerás... - dijo entre dientes, y se metió en casa.
Él era un chico peculiar, 21 años, asiático, alto, guapo... Vivía solo en un
ático bastante amplio y no carecía de comodidades. Algunos vecinos se
preguntaban qué clase de actividades realizaría que le permitiesen semejantes
lujos e idas y venidas.
***
Apenas llevaba un
mes viviendo en esa ciudad por lo que todavía se le hacía raro despertarse en
otra habitación. - Por suerte las pesadillas ya se han
acabado - se decía a ella
misma al levantarse de la cama. Hoy era su primer día de universidad y había
madrugado, estaba nerviosa, pues a pesar de haber repasado el camino a la
facultad desde su nuevo hogar cientos de veces
no estaba convencida del todo de poder llegar sin ningún problema.
Salió al pasillo
del edificio, pasando la puerta del ático B, su nuevo hogar hasta terminar el
curso. Ante sus ojos estaba el vecino, un asiático alto, de pelo rojo y a medio
vestir, o mejor dicho, a medio desnudar.- Hola vecina - le sonrió -
¿te apetece el desayuno en mi cama?- ¿Porque no te ahogas en tus
propias sábanas? - le respondió ella cerrando la puerta de su casa y bajó las
escaleras ignorando los gestos insinuantes de él.Bajaba corriendo las escaleras mientras aspiraba el dulce
olor a bollos horneándose, y oyó
al chico gritarle desde arriba - ¿En
serio te vas a ir dejándome triste y sin compañía? -Caminó a paso apurado por la
Avenida Commonwealth. La avenida era
larga, le esperaban 20 minutos caminando para llegar universidad, pero era en línea recta así que no se
perdería. Al llegar al edificio sacó un papel doblado del bolsillo de la
cazadora y lo observó durante diez segundos y lo volvió a guardar. - Bien, ya
estamos aquí - suspiró. Entro por las puertas caminó todo recto hasta
información, allí le habló con la señora , que estaba detrás del mostrador.
Cogió los panfletos que le dio y el plano de las aulas para no perderse.
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